jueves, 6 de enero de 2011

Había una vez...

Había una vez, hacia mucho tiempo, un príncipe y una princesa, ella era la      princesa de Calelandia la cual poseía el don de ver más allá de lo evidente y con sólo ver a una persona sus ojos le decían mucho, ella era un ser que se acercaba a la perfección, con el cabello casi tan oscuro como el de la noche, con un brillo en los ojos como si estuviera la luna en ellos, y aún así una frágil mirada que la hacia así la mujer más bella de aquel reino. Él era el príncipe de Jallelandia, un reino donde ella tenía prohibido ir, el príncipe más hermoso de todos los reinos, con los ojos más hermosos que podían existir, el cabello con un brillo tan claro casi igual que el mismo sol.

Un día ella caminaba por el bosque Réseau, al cual acudía para estar ella y su soledad,  que unía estos dos pueblos, por casualidades del destino en aquel hermoso lugar ellos dos cruzaron por primera vez una mirada, que lleno todo su mundo de luz, aquel mundo que ella creía era solo penumbra y tristeza, aquella mirada que quedaría por siempre grabada en su mente y corazón.

Cuando todo iba bien, él apareció para mejorarlo, se encontraban todos los días a diferentes horas en aquel bosque, su bosque, y se contaban todo lo que les podía suceder; era la amistad más pura y sincera que existía, pero ella tenía miedo porque nunca se había perdido en una mirada como le pasaba con la de él; cuando intentaba saber que le pasaba, su mirada le decía tanto y tan poco, que cada vez que ella intentaba descifrarla, eso la confundía más, porque era como el amor, que dice tanto y tan poco.

Las cosas se dieron de manera fugaz, y cada vez el trato del príncipe y la princesa fue transformando en algo hermoso, él la trataba como hacia mucho nadie lo hacía, pues ya habían lastimado su frágil y delicado corazón; y eso a ella la ponía tan feliz porque sabia que esa amistad sería para siempre, pero aunque ella no quería aceptarlo, el príncipe era la persona mas especial que alguna vez toco su corazón.

Cuando alguien llega sin avisar y de una manera no esperada el desenlace de aquel final, podría ser lo que ella tanto podía temer; pero a la vez la idea de lo inesperado creaba algo en la princesa, algo que no conocía; la idea de una ilusión con un ser especial.

Al pasar los días la princesa quería saber siempre de él; pero nuestro príncipe era una persona muy ocupada, por eso ella esperaba entusiasmada que llegara aquel momento para saber de él, y preguntarle si pensaba en ella tanto como ella pensaba en él, ya que al no poder leer su mirada sólo intentaba saber todo lo que a el le pasaba, a través de sus palabras.

Cuando todo iba bien, el príncipe temía lastimarla y evitaba tratarla como siempre para que ella no se ilusionara, pero no se daba cuenta que mientras más cambiaba eso a ella la asustaba, porque temía perder a su persona especial.

Cuando todo empezó a cambiar ella sólo pudo pensar en que hacer para no perderlo y saber que estarían juntos hasta el final, pero su corazón tenía miedo, porque sabía que al avanzar todo termine mal.

Cuando ella le pidió al príncipe para encontrarse una vez más; el sólo le dijo: “Espérame princesa, trataré de darte el tiempo que me pides”, y ella con una sonrisa sólo le pudo decir: “Adelante príncipe, que sabes que yo estaré aquí esperándote y extrañándote cada día más”.

Pasaron muchos días, horas y minutos; y ella cada vez perdía más la esperanza de volverlo a ver, porque a pesar de no tener tiempo él siempre intentó estar para ella, el día en que ella perdió las esperanzas y el bosque volvió a ser su lugar de soledad, unos ojos hermosos iluminaron la noche, era él. Cuando por fin cruzaron miradas nuevamente, ella corrió hacía el y en medio de un abrazo le susurró al oído: “No te alejes de mi lado y no cambies más”, y él tan seguro como siempre le dijo: “No mi princesa, yo estaré aquí a tu lado; porque cuando tu me necesites yo seré tu príncipe y caballero, aquel que te defenderá y que te cuidará, porque sabes que siempre serás mi princesa especial”.
 
Con un beso sellaron el amor tan puro que existía, aquel beso de amor, por el que ambos tanto aguardaron, aquel que a ella le hizo creer en el amor; aquel que comenzó como jugando y por el que ahora puede decir: “GRACIAS PRINCIPE POR ESTAR A MI LADO”; y colorín colorado,  este cuento se ha terminado… Pero tiene todo un futuro que aun podrían recorrer juntos, para que ese sea su final feliz.


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